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Eludiendo a Tucídides.

La geopolítica presenta siempre el doble desafío de trabajar, por un lado, a nivel teórico–metodológico y, por el otro, a nivel empírico a través de los estudios de casos. No parece fácil determinar cuál condiciona a cuál. Si es obvio que la dimensión teórica, la de los estudiosos, provee el esqueleto conceptual para entender la dimensión empírica.

Los gobernantes, hasta el siglo XVII, tenían muy claro que las estrategias de los países estaban determinadas por la geografía. Su olfato, la experiencia de buenos asesores y las alianzas hacían el resto. El estado-nación aterrizó el concepto del aparato que gobierna, más allá pero no disociados de personalismos, lo cual profesionalizó la gestión de gobernar ampliamente.

De los destinos manifiestos del norte, pasando por las razones de estado francesas, el espacio vital germano y hasta el collar de perlas y el poder blando chino, el futuro es planificable siempre, pero en el caso de una potencia, es una obligación.

Las guerras del Peloponeso predispusieron a Tucídides a concluir que una potencia emergente desembocaría en el callejón sin salida de un conflicto armado con aquella declinante a quien se le disputa el poder. Hoy los conflictos no siempre son armados, más bien son los menos e incluso no son deseables ni provechosos.

Barack Obama no necesitaba leer las 160 páginas del informe que la Comunidad de Inteligencia le dejó en su escritorio en enero del 2012, un análisis prospectivo de las tendencias globales hasta el 2035, para saber que el ascenso chino era el principal problema económico a resolver. Sin embargo, involucrarse en nuevas guerras, una política tibia sobre el empleo y enredarse en políticas de colaboración con sus socios europeos sin resultados prácticos hicieron que terminara su mandato aumentando las exportaciones en un 150% y todavía orientadas a China. Es decir, aumentó su dependencia de su adversario asiático. Los instrumentos ensayados a nivel global no parecieron hacer cosquillas a Beijing.

La actual administración de Estados Unidos tiene una línea más pragmática y dura al respecto, retomando curiosamente el hilo desarrollado por la Secretaría de Estado Hillary Clinton en 2010 (Asean, Hanoi) con su ‘pivote estratégico’ o ‘retorno a Asia-Pacifico’, pero nunca aplicado siendo incluso reprendida en público por su colega chino. Trump no tiene las maneras de Obama y no pierde tiempo en consultar a socios europeos para poner en práctica planes sobre Asia. La guerra comercial fue el primer movimiento, pero no el último de una estrategia larga en el espacio y en el tiempo.

Había dos posibles respuestas chinas: adoptar una posición sumisa, renegociar aranceles, complementar economías buscando un win-win y permanecer en las sombras sin aspirar a un podio (lo que sin dudas hizo México al renegociar el acuerdo Nafta) era una de ellas. No fue lo que sucedió.

Encaramada en su posición dominante en el comercio mundial, ascendente en el renglón tecnológico y decididamente expansionista en términos de logística e infraestructura, China planteó un relacionamiento de igual a igual mostrando los dientes para medir la reacción de los demás.

Sembrar y germinar: los cimientos del futuro.

Ensayemos un juego de política global por unos minutos tomando los roles protagónicos de este juego de tronos.

Primera pregunta al lector: si resulta que la mayoría de las empresas yanquis relevantes tienen plantas en China, debido a sus costos y sobre todo (esto es importante) por sus facilidades logísticas de transporte que dominan el tráfico en el Pacifico, ¿Ud. no intentaría, ante un conflicto de intereses con Beijing, repatriar sus Empresas, facilitando además retorno de capitales y generando burbujas de producción que potencien el empleo? El tema de los costos sigue siendo un problema, obviamente los salarios asiáticos son más bajos y las plantas de ensamble, intensivas en mano de Obra, son caras si se replican así nomás. De todas formas, reapertura de fábricas y capital circulante ahora en casa reactivarían el cinturón industrial del noreste sin dudas.

Estados Unidos bajó del 35% al 15% el aporte fiscal de las grandes empresas. Para un pool de empresas que de sus 1.9 billones en caja, ubican más del 70% fuera de fronteras, esto significó un ahorro de casi 300 millones de dólares en impuestos y más de 200 para el fisco. Tecnológicas (Apple, Microsoft) y farmacéuticas (Johnson&Johnson) fueron las más activas en esta estrategia. Para mediados del 2017, ya Estados Unidos acompañaba a Italia como líder de este nuevo ‘back-reshoring’. (con 278 empresas de vuelta).

Sin embargo, todavía una porción significativa de las mismas permanece en China y otras han sido reubicadas en Indonesia, Filipinas o incluso India.

Segunda pregunta al lector: si los salarios asiáticos, fruto de esta industrialización fogoneada por la globalización, han ido aumentando de la mano de una clase media emergente y los costos logísticos por la distancia empiezan a ser significativos, sumado a la inseguridad derivada de fabricar en ‘territorio adversario’… ¿Ud. no buscaría opciones más cercanas, más confiables, quizás no tan baratas, pero con un perfil político que Ud. pudiera ‘manejar’ llegado el caso?

Para explicar los cimientos del futuro hay que viajar al pasado. Antes de terminar el siglo XX, el presidente colombiano Andrés Pastrana idea un plan Marshall para su país, sumido en un caos social derivado de la producción masiva de droga sumada a una guerrilla persistente. Este Plan Colombia, no erradicó la coca (aunque disminuyó los plantíos en general en un 50%) pero dos décadas y más de 4000 millones de dólares de ayuda después, encontramos una Colombia con índices de pobreza decrecientes, llegando a ser la cuarta economía del área y con TLC con Estados Unidos, Canadá, UE, Japón, México y otros.   En 2019, Colombia recibió inversiones norteamericanas por 1.400 millones de dólares orientadas a reconversión industrial.

Este mes, se dio a conocer el Plan Colombia Crece, que puede atraer este proceso de relocalización de industrias asiáticas y que se daría en los sectores de industria farmacéutica, manufacturas e insumos para calzado, prendas de vestir y textiles, industria automotriz, así como de alimentos y bebidas. El plan total prevé unos 5000 millones de dólares más de inversión.

Este plan, integra la iniciativa ‘Retorno a las Américas’ incluye relocalizaciones en Ecuador, Perú y Chile. La mayoría de ellos tienen TLC ya funcionando con Estados Unidos. El total de caja previsto para el proyecto oscila de 30000 a 50000 millones de dólares. 

Hora de cosechar.

Pero existe un problema, el gigante asiático le compra toda la soja que puede a Argentina (un negocio cuadruplicado en los últimos años y asciende a unos US$15.000 millones, lo que establece a China como su segundo socio comercial) mientras que Chile (el mayor productor de cobre del mundo) destina un tercio de su producción al mercado chino. Venezuela coloca en China grandes cantidades de petróleo. Perú también le suministra cobre. China calcula en 250000 millones de dólares su inversión en el área.

Pero este problema ¿no es a la vez la mejor razón para invertir y dejar de ausentarse del territorio como ha sido tradicional en la política hemisférica de la Casa Blanca por décadas? 

Este sábado 12 de Setiembre se ha elegido un nuevo Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo. Único candidato a la hora de la votación, Mauricio Claver-Carone, estadounidense de orígenes hispanos, egresado de tres universidades con menciones especiales, ex director ejecutivo en el FMI, asesor de la Casa Blanca para Latinoamérica, se transformó en el brazo ejecutor de la política de contención china y desarrollo de Washington para el próximo lustro. La iniciativa Retorno a las Américas fue el caballito de batalla de su campaña. Se rompe una tradición por la que el Presidente debe ser latinoamericano, lo que ha levantado erupciones políticas en el área. Manejará una cartera de 13000 millones de dólares y ya vimos las pistas que nos dicen por dónde irán los tiros.

Los votos necesarios fueron aportados por numerosos países del Caribe, pero sobre todo por Colombia, Brasil y países del corredor del Pacifico sudamericano. Es decir, aquellos potencialmente favorecidos por la relocalización industrial mencionada más arriba. 

La geopolítica, nuestra geopolítica.

Algún distraído seguramente estará comentando esta elección del BID basado en un mapa de Sudamérica y leyendo los titulares de los últimos 6 meses, enojándose o no por la pertinencia de un candidato estadounidense, la caída del argentino o el típico reflejo provinciano de lucir rebeldes frente al Tío Sam.

Debemos ser realistas y serios. Esta elección por Claver-Carone  es parte de un todo, una estrategia de un polo de poder (en el que estamos incluidos) frente al avance del otro.

Es útil y pertinente la clásica identificación desarrollista entre centro y periferia para estos análisis. Útil porque permite reconocer perfiles sin ser peyorativo y pertinente porque ante una crisis de identidad, sanitaria y económica, unos dirigen y otros siguen. Pero, en ambos casos la idea es que la historia acompañe amablemente a los pueblos. 

¿Cuál debe ser nuestra estrategia en los márgenes que tenemos de decisión? Debemos buscar que, frente a las potencias, los estados periféricos (como los latinoamericanos) sean partícipes del sistema de relaciones de una manera que no implique necesariamente ni la confrontación con ellos ni tampoco su sumisión

Para eso, debemos madurar mucho. 

No es serio promover que no haya quorum en un foro regional por no perder una elección.

No es serio seguir promoviendo grupos de choque ideológico cuando los problemas son económicos y de desarrollo.

No es serio sostener que la ideología determina las políticas económicas. Las políticas regionales, de integración, de desarrollo, de crecimiento (aun en la pandemia) pasan claramente por un orden, una actitud colaborativa, profesional y responsable, no por revivir años mozos.

Esta maduración debe pasar por alianzas horizontales en base a productos sensibles (OPEP, acuerdos agrícolas UE, acuerdos de inversiones ASEAN) donde los países busquen y defiendan ventajas comunes, no compitan entre sí.

Afuera el mundo está en crisis es testigo de una lucha por el poder. No solo no sabemos quién queremos que se imponga (lo cual sería un paso adelante), sino que no sabemos cómo defender nuestros intereses porque ni siquiera sabemos cuáles son nuestros intereses, a que identidad regional creemos pertenecer o que política de colaboración llevar adelante. 

Las potencias no hacen asambleas para esperar nuestras elucubraciones. La política de acuerdos de Washington ya ha dividido longitudinalmente América, cerrando TLCs con el área Pacifico para crear su barricada comercial y logística frente a China, mientras los ‘atlánticos’  se enredan en su Mercosur oxidado y sin músculo negociador. Resultado: fin del sueño de integración por pensar en cámara lenta, ponerse los lentes ideológicos y enamorarse de una infantil épica improbable. 

Cuando definamos todo eso, germinará nuestra idea y, como dijimos al principio, con el tiempo veremos los resultados.

Hoy, lo que vemos es la cosecha de otros que sembraron antes, mientras dormíamos la siesta. La geopolítica no existe en tiempo real. 

Latinoamérica tiene un destino que construir, pero debe empezar a hacerlo ya porque el planeta sigue girando y no va a esperar.

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