Juan Carlos Martín Yuste, autor del libro-proyecto Estado Universal, entregó un ejemplar al expresidente de Uruguay y le pidió que fuera embajador de este. El encuentro tuvo lugar posteriormente a su discurso en el acto de entrega del XIV premio Abogados de Atocha, que recibió de la mano de Alejandro Ruiz Huerta (superviviente de la matanza de Atocha y actual presidente de esta Asociación) y de Unai Sordo, presidente de CCOO.

Declaraciones de José Mujica:

“Pertenezco a una generación de gente que pensaba que era posible cambiar el mundo, cambiando las relaciones de producción y distribución de la sociedad. Y eso tan simple de decir, nos permitió crear una fe incuestionable en el cambio. El hombre es un animal utópico, y aparte de la razón necesita tener fe, creer en algo, indistintamente que pueda ser seguro o no y eso se llama vivir con causa y porque estábamos convencidos de eso se nos escapaba parte de la realidad profunda. Ningún cambio material es suficiente si a la larga no va acompañado de un cambio cultural. Y las revoluciones no están afuera, están adentro de nuestra cultura, de nuestra cabeza, de nuestras corrientes subliminales. En realidad, una revolución verdadera trae nuevos parámetros, nuevas medidas para seguir andando. En mi tiempo de hombre joven, luchaba por algo que llamábamos poder -ilusos de nosotros-, luego de ponerme viejo he llegado a esta conclusión que puede estar equivocada; la lucha de una visión progresista o de izquierda o como le queríamos llamar, y una cara conservadora, no son contemporáneas, son tan viejas como el hombre. Me siento pariente de Ashoka, de Epaminondas, los Gracos, de Jesús hombre. Ha existido siempre arriba de la tierra y, qué papel le cumple para la especie humana subir pequeños escalones de civilización. No lo podríamos saber, no lo podíamos ver, aplicábamos ciertas categorías mecánicamente y no sabíamos cosas que empiezan a aclararse o mejor dicho a enturbiarse de lo que es el hombre, de lo que es el hombre como animal, porque las ciencias del hombre no estaban tan avanzadas. Hoy sabemos y las ciencias exactas no solo cuestionaron a dios, están cuestionando todo, hasta el libre albedrío. Hoy sabemos que mil veces hay mecanismos interiores que han tomado decisiones, de los cuales ni siquiera somos conscientes, y después la conciencia trata de expresarla y redondearla, pero la decisión está tomada antes, es mucho más complicado este bicho utópico y mitológico. No lo sabía, bien, pero subyace algo; que el hombre necesita fe y esperanza porque de la otra manera lo único que le queda es el refugio del egoísmo. Somos animales que andamos con una contradicción, somos gregarios, necesitamos sociedad para vivir, la soledad es la peor penuria, aparte de la muerte. Y dependemos, interdependemos de la sociedad, aunque no nos demos cuenta. Tengo muchos amigos, muchos compañeros, mucha gente que me aprecia, pero si mi corazón no anda preciso un cardiólogo, eso me lo da la sociedad y si mi auto se para en una esquina preciso un mecánico y eso me lo da la sociedad, y preciso zapato y si no estuviera eso andaríamos con un cuero, seríamos una criatura insignificante. Porque fue la sociedad que nos creó el instinto de ser de pertenecer a una grey, aprender a cooperar entre nosotros y enfrentar las dificultades y esto es la construcción de la civilización. La civilización no es otra cosa que la solidaridad intergeneracional, que nos cae como un regalo cuando nacemos, pero nos cae con sus dolores, con sus amputaciones, con sus mezquindades también, y la lucha es eterna y permanente. Nunca vamos a llegar a un mundo perfecto, vamos subiendo escalones. La esperanza no es llegar, la esperanza es caminar. No hay triunfo seguro, el único triunfo es volverse a levantar cada vez que uno cae y volver a empezar, ¿por qué?, porque al fin y al cabo, el primer valor es la vida, y el único milagro que hay arriba de la tierra es haber nacido, ¿por qué te tocó a ti si había 40 millones de probabilidades que le costara a otro? -si eso no es milagro-. Pero como esto es tan común ni siquiera lo pensamos. Pero estamos programados de luchar por la vida, no queremos morirnos, aunque sabemos que nos vamos a morir, es la tragedia de todas las cosas vivas. Por eso, esa aventura de estar vivos merece ser endiosasa y respetada, es el valor supremo. A pesar de todos los pesares, la vida es hermosa. Y debemos de pelearnos con ese concepto económico: que vivir es igual a tener. No, vivir es ser. Por supuesto que tengo que tener un techo, que tengo que tener comida, tengo que tener una cierta estabilidad material, -¡claro que sí!, eso no da para discutirse-. Pero tengo que tener el tiempo para la libertad. ¿Y qué es ser libre? Soy libre cuando con mi vida lo que se me antoja y lo gasto en lo que me gusta sin joder a otro. Y no soy libre cuando estoy atado a la ley de la necesidad. Pero si multiplico las necesidades al infinito se me fue la libertad, ¿y por qué necesito libertad? Porque soy una criatura sensible, una bolsa de agua con sentimiento y tengo que cultivar los afectos, porque estamos hechos así. Pero cultivar los afectos lleva tiempo. Y siendo esclavizado atrás de la ley de la necesidad esto tiene que ver con el concepto (yo no uso más la palabra austeridad porque acá dejan a la gente sin trabajo y le llaman austeridad), he cambiado por sobriedad. Aprender a vivir liviano de equipaje. Alguna vez fui guerrillero y el drama que tienes en la guerrilla es que te falta de todo y empiezas a poner en la mochila, pero si le pones muchos kilos después no puedes caminar y guerrillero que no camina está frito, bueno. La vida es una guerrilla por la esperanza. Por eso, la diferencia que tenemos con otra forma de vida es que hasta cierto punto le podemos dar sentido al milagro de haber nacido. El milagro es el mismo para la hormiga, para nosotros, para el renacuajo. La diferencia que nosotros, hasta cierto punto, lidiando con nuestra bilogía podemos orientar el rumbo en nuestra vida. Pero también se puede vivir sin tener rumbo, no te preocupes. El mercado te va a solucionar eso, te pasarás toda tu vida pagando cuenta y persiguiendo la zanahoria de la felicidad, sin alcanzarlo. Porque la felicidad no está fuera está dentro, en el equilibrio de los sentimientos.

Pero, para cerrar muchacho, a los más jóvenes. Nuestro tiempo tuvo que vivir con el peligro de un paraguas nuclear. Dicen que le preguntaron a Einstein cómo sería la tercera guerra mundial y la respuesta que dio: no sé, lo que sé que la cuarta va a ser a pedradas, bueno. Hemos montado una civilización, el capitalismo ha creado una cultura que ha dado un empuje formidable, domesticó la ciencia y la puso a trabajar para incrementar la tecnología y multiplicar la productividad y explotó el mundo. No todo es negro, nos regaló cosas como vivir 40 años más de promedio, casi nada. Pero sabemos que ese sentimiento que naturalmente traemos de igualdad adentro, tiene una causa pendiente que es el origen y se agrava en el correr del tiempo. Pero aparte de eso, hay otro fantasma en la puerta de la historia venidera: el holocausto ecológico, está allí, latente. Porque esta civilización se basa en el crecimiento y en la multiplicación continua del consumo en masa. Y somos 7500 millones y dentro de poco seremos nueve mil millones y la economía del mundo creció de, más o menos, desde 1950 40 veces y en los próximos 50 años tendrá que crecer 200 veces. Pero el mundo no es infinito, la tierra no es infinito, los recursos son acotados, no se puede hacer cualquier cosa, estamos navegando en un viaje y es como si nos dedicáramos a preparar una sartén para freír. Hace más de 30 años que sabemos lo que pasa y hace más de 30 años que nos dijeron lo que había que hacer los hombres de ciencia. Y por impotencia política de instrumentar políticas mundiales caminamos por diversos caminos al desastre. Nos dijeron: los fenómenos extremos cada vez van a ser más intensos y más frecuentes. Nos vaticinaron el peligro del deshielo en la zona siberiana, en el norte de Canadá, en la Antártida, y las consecuencias en una masiva liberación de metano a la atmósfera que a su vez retroalimenta el calentamiento en una forma exponencial. Y, sin embargo, como no podemos parar con la tasa de ganancia y enfrentar la economía corporativa porque todos los gobiernos están desesperados por crecer, no podemos. ¡Vaya animal estúpido!, sabe lo que pasa y tiene debilidad política de no defender la vida de lo que son nuestros nietos. Esa es la tragedia de las generaciones que vienen. Habrá mucho que luchar por acortar el horario de trabajo. Habrá mucho que luchar por la renta básica. Habrá mucho que luchar por el medioambiente. Por hacer cambiar los parámetros industriales, hacer cosas que duren. El sentido progresista de la vida no está sepultado, es una necesidad para la supervivencia de la especie. Rendirse es arrodillarse como especie ante el fenómeno de la muerte y no podemos ser tan miopes. Por eso mis saludos, mi abrazo y les puedo transmitir que no hay necesidad de vivir tan desesperado. Y que, si es difícil cambiar el mundo, es posible controlar nuestra cabeza, y, que esa cultura subliminal, que nos meten diariamente, no nos domine. No podemos cambiar el mundo, así como así, pero podemos manejar nuestra conducta para ganarnos un pedazo de libertad. ¿Por qué? Porque muchachos, comprar, no se compra con plata, se compra con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para tener esa plata y no puedes ir al supermercado y que te vendan años de vida. Es tan hermosa la vida que no hay que gastar el tiempo, del milagro de nuestra existencia consolándonos en la compra de cacharros que a los dos días están en un rincón. No se desprenda un criterio simplista que estoy haciendo apología de la pobreza, estoy haciendo apología de la libertad. De no ser esclavo del mercado, la nueva religión contemporánea. En este mundo laico, aún, para los que creen en dios, el verdadero dios es el mercado y tiene peligro de esclavizarnos. Gracias”.

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