Mike Pence y Kamala Harris iniciando el debate en Utah

La enmienda 25 fue aprobada por el Congreso de los Estados Unidos como un mecanismo para definir la sucesión en el poder tras el asesinato en 1963 del presidente John F. Kennedy. Naturalmente, el vicepresidente Lyndon B. Johnson asumió la jefatura de Estado, pero no existía de hecho un mecanismo claro para ocupar su cargo, que había quedado vacante. Ya desde 1968 se establece una línea de sucesión y la posibilidad de una vacancia por incapacidad presidencial.

Este y otros temas estaban sobrevolando el miércoles pasado por la noche en Utah cuando un Mike Pence católico, conservador y republicano, en ese orden, se enfrentó en un debate a Kamala Harris, vestida de progresista, ex fiscal y senadora por California, con una mezcla de orígenes e identidades que ya ha roto varios techos de cristal.

La atención era máxima por el positivo en COVID-19 de Donald Trump y por la avanzada edad de ambos candidatos, lo que ha llevado a preguntas sobre la posibilidad de que alguno de ellos pudiera sufrir una un problema de salud invalidante para el cargo. 

Sin embargo, ninguno de los dos respondió a la directa y clara pregunta de Susan Page sobre qué haría cada uno de ellos en el caso de que el presidente de EEUU estuviera incapacitado para llevar a cabo sus funciones. Mike Pence esquivó el tema hablando de una vacuna para el coronavirus que presumiblemente tendrán antes de fin de año y aprovechó para atacar a la Administración Obama y su sistema de salud, así como por la gestión de la gripe porcina H1N1 en 2009. Harris, por su parte, utilizó el tiempo disponible para hablar sobre su biografía y el largo camino recorrido hasta llevar a esta candidatura y una apología de los luchadores sociales y personas que llegan con esfuerzo a posiciones de poder.

Esta fue una perla parte de un collar más amplio

En efecto, a la pregunta de si el cambio climático es una real amenaza para la existencia humana, el vicepresidente Pence respondió hablando de la subida de los impuestos si ganara Joe Biden; sobre la relación con China respondió con la renegociación del NAFTA; y ante la posibilidad de que los republicanos apoyen más restricciones al aborto habló de la ejecución de Soleimani en Iraq.

La senadora Harris, por su parte, ante las dudas sobre cómo el Partido Demócrata va a elegir a los jueces del Tribunal Supremo invocó a Lincoln sin molestarse en siquiera esbozar una excusa para no contestar. Cada uno sacó su lista de argumentos y la fueron acomodando como pudieron a lo largo de hora y media en cada pregunta que recibían. 

Hay que reconocer que este no fue el debate fuera de control e incoherente de hace casi dos semanas sino algo más calmado y mucho mas civilizado. Esta vez hubo algo de ideología y algunas prioridades a marcar por cada uno, cualesquiera que fueran las preguntas.

El tsunami de la pandemia y su gestión fueron protagonistas, con Mike Pence claramente a la defensiva y alabando a su presidente como ha hecho durante estos tres años y medio siempre que ha tenido la oportunidad.

Susan Page comenzó haciéndole a Pence una pregunta que debería haberse visto obligado a responder: “¿Por qué el número de muertos en Estados Unidos, como porcentaje de nuestra población, es más alto que el de casi todos los demás países ricos?” Él lo ignoró por completo, y el hecho de que Page no lo presionó marcó el tono de todo el evento. Paradójicamente , una plancha de plexiglás que separaba a ambos contendientes recordaba continuamente a los telespectadores sus presumibles errores en la contención del Covid 19.

Mike Pence, mas allá de su elusión de conceptos más profundos que le podrían comprometer, atacó a los demócratas con querer destruir la economía con su Green New Deal, acuso a los demócratas de querer acabar con el fracking y de cambiar las reglas para facilitar el fraude en el voto por correo, repitiendo el mantra de Trump de que es la izquierda radical quien realmente maneja los hilos del Partido Demócrata. El tema climático intento ser curiosamente una herramienta para fijar la idea de extremismo ideológico en los demócratas.

Es particularmente positivo el nivel conceptual sobre política exterior, tema que no suele marcar una tendencia en los votos pero que refleja una creciente preocupación dentro de EEUU sobre la capacidad y la voluntad de desempeñar un rol estabilizador y de liderazgo internacional. Gane quien gane, la Casa Blanca deberá resolver los desafíos geopolíticos de China y Rusia, así como abordar los grandes asuntos globales como la gestión de las pandemias, los efectos del cambio climático o la proliferación de armas de última generación tecnológica y los roles problemáticos de Irán, Turquía y Pakistán.

Quizás dependa si de quien gane el 3 de noviembre, si EEUU lo hará sólo, con unos pocos amigos, o bien cooperando con aliados y organismos internacionales. El problema es que no existe un consenso en EEUU sobre cómo abordar las grandes cuestiones de política exterior y qué recursos hay destinar para ello, y ninguno de los dos partidos parece tenerlo aún muy claro y superando la antipatía-Trump, Harris no mostro recetas nuevas o innovadoras o ideas a tener en cuenta.

Kamala Harris, por su parte, necesitaba mostrar a los estadounidenses a la candidata y no solo a la fiscal y a la senadora que se dio a conocer por su dureza al arrinconar al juez Kavanaugh nominado por Trump a la Corte Suprema , reza algún editorial de prensa. Parecería que la pandemia y la manera en la que ésta ha afectado a la campaña electoral ha impedido conocerla más como persona, algo que no hubieran ocurrido en unas circunstancias más tradicionales. Pero de todas formas parece que Harris no quiso que fuera ni el lugar ni el momento para hacerlo, centrándose en defender más el programa de Joe Biden.

Esto es peligroso: su evasión puede reforzar la impresión de una clase gobernante que habla sobre “el pueblo estadounidense” y “nuestra democracia”, pero se niega a actuar con claridad cuando importa.

Según algunos análisis. Harris comenzó fuerte y tuvo algunos buenos momentos, especialmente cuando atacó a Covid y la economía: su segmento, que iba desde las guerras comerciales hasta la manufactura, la agricultura, el desempleo y la inseguridad económica, fue excelente. Pero Pence la clavó en su expediente fiscal, la llamó por eludir el empaque de la corte y la arrinconó en impuestos. La campaña de Biden-Harris pareció, en argumentos de Pence, más una queja que una respuesta.

Con respecto a Pence, hay que tener en cuenta el grado de dificultad aquí: la tarea de Pence era normalizar la presidencia de Donald Trump después de su semana más loca hasta el momento, y dio un desempeño de normalidad verdaderamente notable (y, sí, a menudo verdaderamente descarado), desde que el estilo fiscal de Harris no pudo sacudirlo. Es innegable que en algunos aspectos de la gestión su tarea consistía en defender lo indefendible, sobre todo en zonas de debate relacionadas con la salud.  Dada la realidad objetiva, había un techo estricto sobre lo bien que podía hacerlo. Pero golpeó ese techo, pero no pudo escapar de los fantasmas de más de 210.000 estadounidenses.

“Cuando usted habla de la Corte Suprema, creo que el pueblo estadounidense merece una respuesta, senadora Harris. ¿Usted y Joe Biden van a ampliar la corte si la jueza Amy Coney Barrett es confirmada?”  ”Este es un caso clásico de, si no puedes ganar según las reglas, vas a cambiar las reglas”.  Quizás, cuando pase el tiempo, Pence se felicitará por esa pregunta.

 Estos debates vicepresidenciales tienen una trampa implícita. Esperamos que los contrincantes muestren un perfil presidencial, muestren liderazgo, muestren carisma y además decisión en la defensa de políticas sostenidas por su Partido. Tanto Harris como Pence lidiaron con arañar esa cima mediática de ser vistos como referentes para su pueblo.

Es una paradoja cruel que los televidentes y votantes les exijan algo que no es relevante.

Desde el fondo de nuestro análisis, sea cual sea la arista a tener en cuenta , confirmamos en este caso lo que ya hemos visto antes muchas veces: el resultado final no depende de ellos.

Harris, como dijimos antes, necesitaba mostrar a los votantes a la candidata y no solo a la fiscal y dura senadora. Pero aun si lo hubiera logrado, será Joe Biden quien se mude a la Avenida Pensilvania. Todos los elogios hacia esa multiracial y selfmade abogada se relativizan al ubicarla como la fuel escudera del político blanco, septuagenario y potencial acosador que esta a cargo.

Mike Pence habrá suavizado o no el descontrol verbal de días anteriores, pero es el despacho de su superior el que está defendiendo, no el suyo. En este punto hay que reconocer que un sector del electorado celebra esto, no lo ve como preocupación, pero la masa a conquistar puede imaginar a Donald Trump mandándolo callar asiduamente.

No hubo, no hay ni habrá resultados electorales que los analistas puedan ligar a priori directamente con performances en debates vicepresidenciales.

Los vicepresidentes en las Repúblicas son peligrosamente desechables. Las masas tienden a votar liderazgos y estos son postres de una sola porción, no compartibles.

Sin embargo lo eventual esta a la vuelta de la esquina, el  peligro existe en lo que no sabemos si sucederá.

Después de todo, coincidiendo con la mención de algún analista en la prensa norteamericana ,  como dijo John Adams, primer vicepresidente de EEUU:

Soy el Vicepresidente, esto es : no soy nada , pero puedo serlo todo.

https://www.enperspectiva.net/en-perspectiva-radio/la-hora-global-la-crisis-del-caucaso-y-los-vicepresidentes_desechables-t02p23/

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