Todas las madres aman y protegen a sus hijos; la suma del amor de todas ellas representa el amor por toda la humanidad. Una madre entiende a otra madre sea esta de donde sea. ¿Acaso una madre le negaría a otra el derecho de alimentar a su hijo? ¿Acaso puede considerarla como enemiga?

La mujer, un género casi por completo ocultado y excluido de la vida política por la necedad y brutalidad del hombre. Suyo es el futuro de la humanidad. De su asociación depende el progreso de los derechos humanos de todos los hijos del mundo.

Los adultos pueden odiarse si quieren, pero ¿qué clase de personas extenderán ese odio a los retoños de su enemigo, esos seres inocentes venidos a la vida sin conciencia, apenas, de su propia existencia? Los niños nunca deberían sufrir las consecuencias de los conflictos entre los adultos.

¿Qué sentido tiene la guerra? Entre seres inconscientes es solo una carnicería fruto de mentes enfermas. Si hombres nobles luchan por la tierra que alimenta a las mujeres y a sus hijos, y unos ganan la batalla, los vencedores seguirán teniendo las mismas bocas que alimentar menos las de aquellos que cayeron. A los vencedores les corresponde el botín, suyo es el futuro de toda la nueva comunidad. Entonces, el gobernante de todos no puede defraudar y debe demostrar que tiene la capacidad y la inteligencia para alimentar, salvaguardar y prosperar, que no es un tirano en busca de poder y riqueza, incapaz de ser justo.

Si todo lo que el hombre sabe hacer es luchar, la consecuencia es evidente: sobran muchos. El objetivo último de la guerra no es proteger a los niños, las mujeres y los débiles, puesto que estos seguirán existiendo tras el combate, caiga quien caiga, sino eliminar el excedente de hombres empeñados, como están, en demostrar su valor en el campo de batalla. Y cierto es que, desde un punto de vista meramente biológico, con un puñado de hombres es suficiente para asegurar la continuidad del género humano. Sin embargo, la estadística de nuestra especie demuestra que ambos géneros, masculino y femenino, son la mitad de la población en cada generación. ¿Para qué entonces son necesarios tantos? ¿Será un mecanismo de la selección natural para que, luchando por su vida, sobrevivan los más fuertes? Puede que así sea en parte, pero desde un punto de vista racional, la naturaleza del ser humano puede ir más allá de esta norma, básicamente, porque como ser que piensa le corresponde también esta naturaleza, y la conciencia de individuo único e independiente le lleva a defender el derecho de su propia existencia. ¿Por qué van a luchar dos hombres que en esencia son el mismo? ¿Quién querría acabar con la vida de su semejante, su compañero, su amigo? Nadie tiene que morir si se puede dialogar y razonar. Entonces, ¿qué hacemos con la brutalidad del hombre? El hombre necesita mutar esta cualidad por un impulso positivo en favor del bien común apoyándose en su naturaleza racional.

Si las mujeres aman a sus hijos y los hombres están dispuestos a morir por ellos, háganse cargo, pues, de todos ellos de manera conjunta. Pongan y combinen sus mejores virtudes al servicio de este objetivo.

Hagamos a la humanidad, en bloque, copartícipe de la responsabilidad de la crianza, la manutención, la seguridad, la educación y la salud de todos. A pesar de cualquier tipo de conflicto que pueda surgir, será un signo inconfundible de nobleza, respeto e inteligencia como valores superiores a la fuerza, que quedará restringida únicamente como recurso último para la supervivencia.

Considérese al otro un enemigo si se quiere, pero ámese a sus hijos, puesto que son seres inocentes. Porque si existe Dios, está en los ojos de los niños. Cuando ellos ríen él ríe y cuando lloran, él llora. Su imaginación representa su gracia, la capacidad de recuperación de su alma dañada, su infinito perdón, su entendimiento, su sabiduría, su inocencia, su grandeza.

El Estado universal, como representante de la comunidad humana, tiene la capacidad de compartir la tutela de los hijos del mundo con los padres, sirviendo y liberándolos, en parte, de esta responsabilidad, para que ellos también puedan gozar de la posibilidad de seguir teniendo objetivos personales más allá de su condición de padres. Rompe una estructura que utiliza la paternidad como mecanismo de esclavitud del ser humano que hace a los padres únicos culpables del bienestar de sus hijos. En definitiva, para que sigan siendo libres y para que aquellos que no tengan hijos puedan sentirse padres también. Así, la humanidad sellará el motivo de discordia de unos con otros gracias a la razón, que permite la mutua colaboración entre las buenas personas en lugar de la guerra y podrá ser, por extensión, padre y madre de todos.

 

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