Serie: Desafíos globales

Artículos de información y divulgación: nº 03 (8-3-2022)

Alicia de los Ángeles Roda Muñoz

Cuando terminó la II Guerra Mundial (IIGM) se crearon numerosas instituciones y organizaciones Internacionales (OOII) de corte planetario y regional. Los Estados-nación, principales actores en las relaciones internacionales (RRII) y el Derecho Internacional Público, estaban deseosos de cubrir el máximo de situaciones y objetivos mundiales posibles. En ese entorno brotó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y todas sus instituciones y organizaciones especializadas. Sin embargo, un logro que, parecía haber surgido para beneficiar en todos los sentidos a cualquier Estado y pueblo del mundo, fue demostrando año tras año que la ONU y otras OOII estaban preferentemente al servicio de los intereses de las grandes potencias del globo, y estos Estados, a su vez, cada vez más entregados a favorecer a unos pocos ciudadanos considerados importantes.

El declive de estas OOII ha sido tal que objetivamente pudiéramos decir que actualmente están en manos de las más ricas élites del mundo, y hasta tal punto que los Estados-nación ya no necesitan hacer el ejercicio de seleccionar con meticuloso cuidado a sus mejores ejecutivos o gestores para ser representados en dichas OOII porque éstas tomarán simplemente la decisión que se ajuste más a los intereses de la élite. Y, no obstante, las OOII debieran ser útiles y adaptarse evolutivamente a este siglo XXI, estimulando aquello para lo que nacieron: la cooperación y la solidaridad entre los Estados y las gentes del planeta, alentando el “win-win” (ganar-ganar). Todos sabemos que la competitividad y la agresión originan “perdedores”, y no nos engañemos, nadie gana, salvo esa pequeña élite disfuncional ya mencionada. Pero esos pocos habitantes no nos representan, no son los 8.000 millones de personas que caminamos inexorablemente, lo quieran o no, al ejercicio de unas mayores capacidades en sabiduría, solidaridad, democracia directa (realmente participativa y cotidiana), respeto medioambiental hacia todo, y un gran etcétera con base en el bien común. ¿No lo percibimos en nuestros corazones? Sí, así es, caminamos hacia un “despertar interno”, y los viejos Estados-nación soberanos y las modernas multinacionales que arrasan nuestros bosques, animales y flora, y nuestros derechos humanos y sociales, no podrán evitarlo. Sencillamente porque el “sistema mundo” instaurado es deshonesto, basado en una educación sesgada y competitiva, y una intervención voraz de los medios de comunicación. En contraposición, nuestro Mundo Nuevo, el mundo de los pueblos, será veraz, ha de serlo.

Entre las organizaciones internacionales regionales que surgieron tras la IIGM, están las OOII de defensa, en principio para prevenir futuros conflictos. Aquí encontramos: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para la defensa de Occidente surgida en abril de 1949; y el Pacto de Varsovia, que se creó en mayo de 1955 como respuesta a la OTAN y lo integraban la Unión de las Repúblicas Soviéticas (URSS) y siete países de la Europa Central y Oriental: Albania, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, y el Este de Alemania. Con la caída del Muro de Berlín (1989) se disolvió el Pacto de Varsovia y más tarde se extinguió la URSS (1991). Entonces, algunos pensaron que la OTAN también desaparecería, al menos prometieron a Gorbachov (entonces máximo representante de la URSS) que la OTAN no proseguiría su extensión hacia el Este de Europa, compromiso que no se ha cumplido.  Lejos de desaparecer, la OTAN (actuando realmente como brazo ejecutor de defensa estadounidense) ha seguido generando conflictos armados, aunque aparentemente se creó para evitarlos. Al tiempo, ha continuado incorporando países del Este europeo a su organización. Lo justifica para “proteger” a algunas de las antiguas exrepúblicas soviéticas, y para “arropar” a una Unión Europea (UE) que no tiene un brazo de defensa común dado que su aporte económico para defensa y armamento, en lo que a los Estados europeos se refiere, suele ir destinado a la OTAN.

En este momento histórico de fuerte crisis político-económica (consecuencia, en parte, de la recién superada “pandemia”) se necesitaban nuevos frentes de atención para que las personas no tengamos mucho tiempo en vislumbrar lo que está pasando: Estados Unidos (EEUU) y otros países, entre ellos España, superan el 130% de deuda (en términos de su PIB). Al tiempo, una inflación en alza empieza a preocupar seriamente, pronto se podrían superar los dos dígitos.  Para un “sistema mundo” liderado todavía por EEUU (pero que percibe su hegemonía en riesgo, especialmente, frente a China) parece urgente y necesario reforzar el prestigio y mantener a las industrias de armamento (mayormente las estadounidenses) bien nutridas de clientes. Tras la retirada de las tropas de Afganistán (dejando a los civiles y sobre todo a las mujeres en el abismo), ha sido el momento para apretar el acelerador y avanzar en amenazas hacia otros Estados para conservar la OTAN engrasada.

Personalmente, como especialista en relaciones internacionales (RRII), hace unos meses, no tenía del todo claro si EEUU apretaría el acelerador hacia Irán o hacia el corazón de Europa, pero sin duda, hacia Europa ha sido lo más ventajoso a sus intereses (no olvidemos nunca que son “los intereses” los que crearán un conflicto donde sea). Así la UE se convierte en perjudicada directa de las provocaciones al Kremlin con respecto al conflicto con el Estado ucraniano.

El pasado 24 de febrero, Rusia, queriendo supuestamente proteger a las repúblicas populares ucranianas de Donetsk y Lugansk en el Donbass, terminó atacando a Ucrania. Empero, no olvidemos que el doble objetivo principal de Rusia es no perder Crimea y arrancar un compromiso a Ucrania de no ingresar en la OTAN. Hoy, a 8 de marzo, continúa la guerra en el corazón de Europa. Solamente Macron (presidente francés) hizo verdaderos esfuerzos diplomáticos para evitar esta guerra, recordemos que Ángela Merkel, ex canciller alemana, ya terminó su representación, pero intuyo que habría sido muy activa en un sentido conciliador y de búsqueda de soluciones. Ella y Macron formaron un tándem de estabilidad para Europa durante toda esta década.

Ahora, con esta guerra, se notará menos la inflación desmedida que ya sufría EEUU y que sufriremos con más rigor todos los occidentales, sobre todo, los europeos (el euro ya está perdiendo valor frente al dólar). Ello, sin contar la problemática europea de dependencia energética con Rusia. Los EEUU se han ofrecido a Europa para enviar gas, un gas extraído a través de fracking y vendrá en barcos utilizando petróleo, el medio ambiente tampoco importa mucho aunque estemos en una fase de casi no retorno respecto al cambio climático (CC) aunque nos hagan creer que tienen en cuenta el Acuerdo de Paris para la protección medioambiental. Asimismo, monetariamente hablando, ese gas costará un 40% más que el que servía Rusia. Y concluyo con las grandes sanciones económicas dirigidas por la comunidad occidental hacia Rusia: ya estamos viendo cómo dichos castigos económico-financieros se están dando la vuelta y nos perjudican a todos los pueblos europeos. Cuando recurrimos a la fuerza en vez de a la negociación, todos perdemos. Por ejemplo, en la supuesta “disuasión” a través de armas nucleares, estaríamos ante amenazas muy serias, cualquier error podría desencadenar un desastre.

Finalmente, me permito apuntar algunas ideas como posible guía básica (no exhaustiva) para solucionar conflictos sin amenazas y sin uso de la fuerza:

1.- Hemos de comprender que si hay un conflicto de cualquier índole o en cualquier entorno (familiar, regional, internacional, …) existen una o varias soluciones (soluciones no agresivas).

2.- La solución implica el análisis neutro de todos los datos que tengamos sobre el problema, y dichos datos habrán de ser tan extensos y objetivos como sea posible.

3.- La solución ha de ser negociada entre las partes directamente implicadas, incluso se puede utilizar un arbitraje de un tercer actor que busque el bien común. Las partes interesadas tienen que reconocerse entre sí. Una parte resuelve su problema en la medida en que la otra parte también resuelve el suyo (ponerse en el lugar del otro). Si una de las partes pierde ostensiblemente cualquier activo que resulte ser importante (recursos, respeto, etc.), todas las demás partes pierden igualmente. Es necesario encontrar una zona de intercambio “ceder en algo todas las partes”. Lo que no se resuelve persiste.

4.- Todo esto implica negociar de buena fe. Todo problema resuelto por la fuerza continuará.

5.-  No hay culpables. Tod@s son, o somos, responsables en un conflicto, en mayor o menor grado. Cada uno/a debe terminar aceptando su parte de responsabilidad, únicamente así se resolverá la controversia. Paz en el Interior, Paz en el exterior.

6.- Los acuerdos que se alcancen han de ser por escrito y obligatorios para todas las partes implicadas. Si las circunstancias cambiasen habría que volver a reunirse y negociar para “actualizar” los acuerdos.

En conclusión, una Sociedad Internacional (SI) que gasta tantos recursos en armamento y organizaciones de defensa sólo denota que todavía somos una civilización atrasada, y racional, emocional y espiritualmente disfuncional. Estamos en una etapa en que debemos dirigirnos hacia nuestra sabiduría interior para construir un Mundo Nuevo.

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