En la Grecia clásica elegir a los mejores se llamaba sistema aristocrático, elegir al azar en cambio, lo llamaban sistema democrático.

El filósofo español Fernando Savater afirma que los peores enemigos de la democracia son la miseria y la ignorancia. Puede ser, pero no son los únicos. 

Pluchino, Repisarda y Garofalo, científicos de la Universidad de Catania (Italia) por su parte, están convencidos que el problema está en la composición del sistema representativo. En el modelo matemático que han creado tomaron en cuenta el condicionamiento de las decisiones de los representantes nacionales a sus intereses propios, a la fidelidad al partido o bien motivados por el bien común.

El resultado de su investigación sugiere que el Parlamento tomaría mejores decisiones si al menos una parte de los representantes fuera elegida al azar, por sorteo entre los ciudadanos. ¿La idea suena extraña? El principio de elegir a los representantes del pueblo soberano por sorteo es una idea del siglo de Pericles. Los griegos inventaron el kleroterion, una especie de bolillero, para elegir jueces, presidentes de asamblea o representantes. La elección por sorteo tiene variados fundamentos entre los cuales el despojo de todo incentivo de ambición al electo, que no tiene dependencia con ningún partido ni esperanzas de reelección y obra simplemente según su leal saber y entender. Siendo además los pobres mayoría, ya lo afirmaba Aristóteles, hay más posibilidades de que pobres puedan ser electos, lo que mejora la democracia. 

Platón, que se oponía a ese sistema decía que quienes gobernaran debían ser los mejores, los más educados y  más inteligentes. En aquella época no le siguieron la corriente a Platón, pero con el tiempo nos han hecho creer que ése es el caso. En la Grecia clásica elegir a los mejores se llamaba sistema aristocrático, elegir al azar en cambio, lo llamaban sistema democrático. Hoy en realidad, en buena parte de las democracias, no se elige a los políticos principalmente por la inteligencia, la honradez o la educación sino por su capacidad de convencernos y por los apoyos de marketing que los respaldan. En la reciente campaña americana, los analistas ¿discurrían acerca de las ideas expuestas o se apoyaban en el lenguaje corporal, los segundos de silencio, la cantidad de sonrisas, errores o titubeos para decidir luego quien “ganó” o “perdió” el debate? Muchas elecciones no se deciden en las urnas sino en los show televisados, es un reality show más. 

El azar, en cambio, sustituye al talento para actuar frente a las cámaras, dejando solo en juego la buena fe del ciudadano anónimo a quien le toca la tarea, que será por una vez y por poco tiempo, siendo absolutamente libre de plantear lo que le plazca e impune de lo que diga o proponga. Todavía nadie ha sugerido que la elección presidencial sea una lotería. Sin embargo, el descreimiento y el desapego a la política, la crisis de representatividad y el peso muchas veces decisivo de los poderes fácticos hace necesario repensar la democracia (ver www.partidoazar.com).  El representante electo legisla sobre derechos, libertades, uso del gasto público, sobre las formas de vivir en sociedad y esto es del orden de las convicciones más que de la técnica, pero si es necesario pueden, inspirados en la antigua Grecia, disponer de funcionarios que aporten la parte técnica y administrativa.

La idea y la práctica tienen 26 siglos  y vuelve a sonar ahora cada vez más frecuentemente en Europa, Estados Unidos y en el Reino Unido (ver equalitybylot.wordpress.com). Savater afirmó, dirigiéndose a la sala que festejaba el 10 aniversario del Partido Independiente, que cada ciudadano es un político, y que el objetivo de la educación es formarnos para serlo. Sin que fuera explícitamente su propósito, el filósofo apoyó la idea de que un ciudadano cualquiera puede ser representante. Hay en su país, como respuesta a los diversos escándalos, historias de corrupción e inoperancia del sistema político actual iniciativas del estilo como el Partido Azar y un creciente sentimiento de que las cosas deben cambiar.

Convengamos que la democracia, como casi cualquier otra cosa, es perfectible y vale la pena pensar un rato en cómo mejorarla. Si un sistema de elección por sorteo existiera, desde la escuela sabríamos que nos podría tocar, lo que constituiría un incentivo poderoso para darle más atención a la educación cívica y más sensibilidad a los problemas de convivencia ciudadana. 

Entre otras cosas, para pensar en mejorar la democracia en nuestro país, ¿porque no elegir al azar, digamos, un tercio de los  parlamentarios, sorteándolos entre los ciudadanos menores de 35 años? Ayudaría a renovarnos un poco y al menos, si los representantes son jóvenes, tienen más posibilidades de sufrir personalmente las consecuencias de sus decisiones.

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