Cambia lo superficial
cambia tambien lo profundo
cambia el modo de pensar
cambia todo en el mundo

Todo cambia cantaba Mercedes Sosa. Algunas cosas cambian más rapido que otras. Y algunas cambian, pero pueden pasar desapercibidas.

Con la pandemia, las oleadas de inmigraciones ilegales y la búsqueda de refugio por las guerras y otros tantos males globales, pareciera que las fronteras son más importantes que nunca. Se construyen muros, pasaportes sanitarios, prohibiciones de entrar al país a ciudadanos de otros países por razones económicas, políticas, sanitarias. Pero la verdad es que las fronteras frenan muy poco de estos fenómenos y no actúan sobre las causas que los provocan. No solo sirven poco, sino que en general complican la solución de problemas que conciernen a 2 o más Estados soberanos. Los virus no paran en las fronteras, el cambio climático no se detiene en los países que lo niegan.

La realidad nos dice que ya no somos un conjunto de tribus defendiendo sus territorios, sino una especie única en un espacio limitado, solidaria por los hechos con el resto de la vida del planeta.

Cuando en 1945 se firmó la carta de Naciones Unidas, participaron 50 Estados. Hoy hay 193 Estados miembros, prácticamente todos los países reconocidos como tales en el planeta.

Las medidas para enfrentar las crisis globales como el cambio climático, la pandemia y las que vendrán, son a nivel nacional, rehenes de calculos políticos, guerras comerciales, ideologías o intereses particulares. Acuerdos globales dependen a veces del veto de un gobierno, a pesar de que conciernen a toda la humanidad en su conjunto. La diplomacia y la cooperación internacional que conocemos ya no alcanza. Hasta no hace mucho, las relaciones internacionales funcionaban apoyadas en dos mecanismos básicos: el equilibrio de fuerzas que tomó una dimensión especial con el armamento atómico como elemento disuasivo de conflictos armados globales y la existencia de un sistema de gobernanza global y de resolución dipomática de conflictos, la ONU. Esto funcionaba así basado en un mundo organizado en Estados soberanos. Es decir, en la aceptación de que los legítimos representantes eran quienes tenían poder soberano sobre un territorio delimitado. Las relaciones internacionales se ocupan de la gestión de asuntos entre Estados. Ahora, hay demasiadas cosas que pasan a nivel global o fuera del poder soberano. Aún más, hay poderes de importancia que no se someten a la soberanía nacional, como empresas multinacionales, ONG, grupos de influencia y por supuesto el crimen organizado. Y peor aún, cuando no había otros medios, la guerra era el elemento que restablecía, por la conquista de territorio, un re equilibrio de fuerzas. Hoy, el terrorismo, los cyberataques desplazan la guerra tradicional. Hay muchos, demasiados problemas que no se pueden resolver con la sola participacion de Estados nacionales.

Al fin del dia la realidad se impone con toda su fuerza. Pero en el largo transcurso del dia trabajamos para que los hechos no nos sorprendan, para adelantarnos negociando entre lo que es deseable y lo que es posible. Cambiar las reglas de juego de las relaciones internacionales seguramente no es deseable para todos los Estados y no es posible hoy en el estado actual de las relaciones internacionales. Sin embargo, es necesario y va a terminar por ser indispensable.

Me pareceque hemos llegado a un punto de inflexión en la historia de nuestra especie.
Hay , por lo menos un problema, y es que la cooperación internacional depende de la voluntad soberana de los Estados, y no todos tienen por qué estar de acuerdo. La capacidad de cooperar internacionalmente está trabada por la existencia de fronteras y por un concepto de soberanía que ya no es adecuado a nuestra realidad.

La soberanía, y con ella las fronteras, tiene sus raíces en los tratados de Westfalia. La paz de Westfalia cambió el curso de la historia, fue un real punto de inflexión dando fin a la definición feudal del territorio. Estamos, 373 años más tarde, en un momento que requiere cambios en la idea de soberanía, en beneficio de la gobernanza global a largo plazo y en la urgencia de enfrentar desafíos globales presentes. Se pudo hacer en 1648 al fin de largas guerras entre las monarquías de Europa. ¿Podremos hacerlo en nuestra generación, luego de una mortifera pandemia?

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