

El contenido de la mente está condicionado por el pasado: educación, cultura, entorno familiar, etc.
Cuando decimos “yo”, es el ego quien habla.

Son papeles habituales que desempeñas sin saberlo: identificaciones personales como por ej. posesiones, opiniones, apariencia externa, conceptos de uno mismo como “mejor qué” o “peor que”, triunfador o fracasado… e identificaciones colectivas como nacionalidad, religión, raza, clase social, creencias políticas…

Se vive a través de los “yoes” creados por la mente y formados por pensamientos y emociones.
El “yo” y los “yoes” son la base de la identidad precaria y dormida porque los pensamientos y las emociones son efímeros y fugaces.

El aplicar etiquetas mentales negativas, o el sentirse amargado, indignado o agraviado por lo que hicieron o dejaron de hacer o decir los demás, de lo que deberían haber dicho o hecho, y culparles…, todo eso le encanta al ego porque es el combustible para sobrevivir y demostrar que se tiene razón y se es superior. Esto no quiere decir que debamos admitirlo todo, sino que aprendamos a distinguir entre consciencia y reactividad.




Cuando la personalidad está viciada, cuando los “yoes” y las creencias han conformado estructuras negativas, el sujeto está “quemado” (coagulado, cristalizado) y la Luz de la Conciencia que mora en la Esencia no puede expresarse y llegar al mundo. Igualmente, desde el exterior tampoco le llegan los estímulos conscientes. El yo, los yoes, el ego y la personalidad tienen su función, pero deben estar supeditados a la Conciencia.
Mirar más allá del ego atravesando la personalidad (propia y de los demás) nos conecta con la Esencia.
Vivir en Conciencia de Sí, en Presencia, nos hace ver lo efímero y pasajero de este mundo y tornar nuestros pensamientos, sentimientos y acciones en actos unitivos y amorosos para con todos los seres vivientes.

Cuando ya no hay nada con lo que identificarse, ¿quién eres?
Cuando las formas que te rodean mueren o la muerte se aproxima, tu sentido del Ser queda libre de su encadenamiento con la forma, el Espíritu queda libre del encarcelamiento en la materia. Te das cuenta de que tu identidad esencial no tiene forma, es una Presencia que todo lo impregna, es un Ser anterior a todas las formas, a todas las identificaciones. Percibes tu auténtica identidad como Esencia, como Conciencia en Sí misma y no como aquello con lo que se había identificado. No soy esto o aquello, sino Yo Soy. (“La paz que sobrepasa toda comprensión” en “Un Nuevo Mundo Ahora” de Eckhart Tolle).

“A veces una alegría inmensa me ha sobrecogido. A veces una comprensión total me ha invadido. A veces una comunión perfecta con todo me ha extasiado. A veces he roto mis ensueños y he visto la realidad de un modo nuevo”
(“La Mirada Interna”, Silo. Editorial Transmutación).
