Serie: Desafíos globales
Artículos de información y divulgación: nº 02
Alicia de los Ángeles Roda Muñoz
Desde sus orígenes, la Humanidad se ha relacionado con todos los demás seres vivos, con el medio natural de nuestro planeta. En las sociedades primitivas antes de J.C., el equilibrio ecológico se salvaguardó, la población humana era muy reducida, pequeños grupos vivían en relación armónica con el entorno y el reducido territorio que se ocupaba y utilizaba temporalmente era en beneficio de todos, con respeto y agradecimiento a la Tierra. Con el trascurrir de los tiempos, especialmente a partir del Neolítico (entre10.000 y 8.000 años antes de J.C) fueron apareciendo “relaciones humanas de dominación”, la huella humana comenzó a sentirse, aún débil, pero era el preámbulo de un preocupante devenir para el planeta. Ya unos 6.000 años antes de J.C. se reconoce que hubo un colapso de las comunidades situadas al sur de Israel debido a la deforestación. En tiempos del Imperio Romano, los primeros recursos naturales en contaminarse fueron los cursos de agua, ello dio lugar en el Derecho Romano a la necesidad de legislar su uso.
Sin embargo, es a partir de los siglos XVII y XVIII cuando comienzan a agudizarse los problemas ambientales, sobre todo, la nocividad del aire, y ello viene de la mano de la Revolución Industrial. La utilización inadecuada de la innovación tecnológica y unas urbes atestadas de personas sin condiciones básicas de higiene, fue decisiva para impactar en la historia medioambiental. Desde entonces, y, principalmente, después de la II Guerra Mundial, en las décadas de los años 50 y 60 del siglo XX comenzamos a darnos cuenta de que nuestra civilización ejerce una presión cada vez mayor en nuestro medio natural planetario debido a prácticas de producción destructivas (que no tienen en consideración el coste ambiental) y un consumo a través de hábitos derrochadores de “usar, tirar y ensuciar”, especialmente en las últimas dos décadas.
En nuestro “sistema mundo contemporáneo” la Humanidad sobrevive subordinando lo básico a lo superfluo. Actualmente la huella humana es enorme puesto que somos casi 8.000 millones de habitantes, el resultado es que las especies de flora y fauna se enfrentan a lo que se ha dado en llamar “la sexta extinción”, siendo este hecho ya no un futurible sino presente en nuestros días. Paralelamente, los habitantes de este mundo no contaminamos por igual, es obvio que son los países desarrollados los que más han contaminado la Tierra en los últimos años, y al mismo tiempo, son las personas más ricas las que más contaminan. Comparativamente, una persona de alto nivel económico se estima que poluciona como 30 personas de clase media, e incluso como 60 personas de clases económicas más desfavorecidas. Estos datos se reproducen en todas las edades, por ejemplo, un niño occidental de clase alta consume y contamina más que 60 niños africanos que vivan en la pobreza.
En definitiva, lo más importante, y desde la neutralidad de análisis que nos debe caracterizar, es que seamos conscientes de que nos hemos supeditado a lo superfluo, y que el “sí-mismo de plástico del usuario o consumidor” en que nos hemos convertido ha usurpado completamente el “Sí-mismo de la Esencia interna del Ser Humano”.
El Medio Ambiente (MA) no conoce fronteras y el Derecho Medioambiental, como derecho de tercera generación, está vinculado directamente a los Derechos Humanos. Debe tener una repercusión capital sobre el colectivo civil global, a todos los niveles, local, regional e internacional.De ahí que aparezcala necesidad absoluta de seguir investigando en este ámbito, no sólo en el contexto científico, sino jurídicamente ampliando y perfeccionando la normativa de protección ambientalen todos los sectores debido a su transversalidad.
En general, los problemas básicos medioambientales a los que se enfrentan todas las regiones y países (exacerbados por desigualdades en el desarrollo socioeconómico) son: 1) la escasez y pobre calidad del agua; 2) la pérdida de biodiversidad y la deforestación con el consiguiente agotamiento de los suelos; 3) la sobreexplotación de los recursos naturales, debido a la presión demográfica vinculada a la pobreza, así como la explotación de recursos por compañías multinacionales; 4) la falta de control sobre los residuos líquidos, sólidos, peligrosos y/o tóxicos, contaminando aire, agua y suelos; 5) la dependencia energética y utilización de combustibles fósiles (para usos domésticos, industrias y transporte, utilizando medios de producción y consumo insostenibles para el MA) causantes de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI); y 6) la insuficiente seguridad nuclear en el uso civil de centrales nucleares de fisión y la deficiente gestión de sus residuos y radiaciones.
Por otra parte, las principales dificultades a las que se enfrentan los países en vías de desarrollo para el cumplimiento de mejores condiciones medioambientales son: 1) la falta de concienciación de buena gobernanza medioambiental; 2) la falta de capacidades administrativas con dispersión de agencias y sin coordinación de responsables; 3) legislación medioambiental insuficiente y sin garantías en su cumplimiento; 4) carencia de infraestructuras imprescindibles, principalmente para una mejor gestión de la energía y de las aguas; y 5) la todavía reducida participación de la sociedad civil.
A partir de las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo XX, fueron apareciendo junto a la ciencia y al derecho medioambiental, unos nuevos conceptos económicos, “reconociendo que los recursos planetarios son escasos” y que su extracción debe producirse con el menor daño ambiental posible. Así surge el concepto de “desarrollo sostenible” asignando la máxima prioridad a reducir la pobreza y regenerar el medio ambiente vapuleado, entre otros, por el uso indiscriminado de combustibles fósiles. Se tomaron decisiones intermedias de construir centrales nucleares (de fisión) para polucionar menos a corto y medio plazo, pero sus riesgos han resultado enormes cuando suceden accidentes que producen fugas radioactivas. Al mismo tiempo, reciclar sus residuos hasta que desaparezcan alcanzará la friolera de 25.000 años.
Más recientemente se ha apostado por las energías alternativas (renovables), solar y eólica, principalmente, que aun así necesitan ser perfeccionadas. La eólica supone una gran amenaza para las aves por diseños inadecuados y por ello se están probando nuevos modelos. Los paneles solares requerirán perfeccionar sus materiales para que al terminar sus días dejen menos residuos y puedan ser debidamente reciclados. Igualmente, las baterías han de sufrir avances ulteriores en sus materiales de fabricación y en durabilidad de almacenaje energético. No obstante, es la mejor expectativa presente junto con la conocida “revolución del hidrógeno” y las próximas centrales nucleares de fusión.
A estas alturas ya nos hemos dado cuenta que no podemos continuar con prácticas de crecimiento indiscriminado; aquí aparece el nuevo concepto de “economía circular” limitando al máximo el uso de recursos para darles una vida más larga y efectiva posible, pasando por tantas fases de reciclado como soporten, de manera que la utilización de recursos desde su obtención hasta su uso final sea lo más respetuosa posible con el Medio Ambiente (a este respecto se puede consultar en Internet la dirección www.economíacircular.org.). Empero, esta idea estaba ya profundamente perfeccionada en los años 90 del pasado siglo en el paradigma de diseño “Cradle to Cradle” desarrollado por el Prof. Químico alemán Michael Braungart y el arquitecto americano William Mcdonough. Igualmente, esta concepción de crecimiento respetuoso con el Medio Ambiente y correlacionado en los ámbitos social- conductual, educativo y habitacional son parte activa del “Proyecto Venus” de Jacque Fresco, arquitecto social (Venus Project, Miami).
Finalmente recordar que, en lo que al Derecho Internacional se refiere, el Derecho Ambiental pronto mereció atención, destacando entre las múltiples declaraciones, convenciones y acuerdos: la Declaración de las Naciones Unidas (NNUU) sobre el Medio Humano (en Estocolmo en 1972); el Convenio del Mar en 1982; la Carta Mundial sobre el Suelo publicada en 1981 por las NNUU; Convenios sobre Diversidad Biológica (destacando el de Nairobi de 1992), y cientos más, sin olvidar la Conferencia Marco de NNUU para el Cambio Climático (CMNUCC) y sus Cumbres del Clima que se celebran anualmente desde los años 90. Fruto de estos trabajos se aprobó el Protocolo de Kioto en 1997, en vigor a través de prórrogas hasta el Acuerdo de Paris aprobado en diciembre de 2015, en cuyo preámbulo se reconoce una situación climática mundial muy preocupante y afirma “la relación indisoluble entre el Medio Ambiente y los derechos fundamentales del ser humano”. En cuanto a definiciones, principios y objetivos, este Acuerdo, en relación con la CMNUCC, actualiza el lenguaje con respecto a la mitigación y adaptación al cambio climático y continúa refiriéndose a la cooperación y coordinación entre los Estados y a la necesidad de apoyar a los países en desarrollo (PED), a los países menos adelantados (PMA) y los pequeños Estados insulares en desarrollo, así como a los Estados que se estiman más vulnerables al CC. El Acuerdo de Paris otorga reconocimiento expreso a las comunidades indígenas y locales en la defensa del MA y en la lucha contra el CC.
En la comparativa entre el Protocolo de Kioto (PK) y el Acuerdo de Paris (AP), notamos en el PK mucha más concreción en las obligaciones a cumplir por los Estados. No obstante, el AP tiene la voluntad de contabilizar también como emisiones de GEI aquellas que se producen con motivo de la deforestación y de la anómala gestión de los bosques, aspecto de gran importancia. Por último, recordemos, que no todos los países se comprometieron con el Protocolo de Kioto y tampoco con el Acuerdo de Paris.
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Para profundizar en las temáticas medioambientales aquí tratadas, se puede consultar mi tesis doctoral “La Condicionalidad Medioambiental en la Acción Exterior de la Unión Europea”, donde se expone la situación social, económica y ambiental de todas las regiones del mundo, con una bibliografía utilizada de más de 3.000 referencias: http://e-spacio.uned.es/fez/view/tesisuned:Derecho-Aaroda
La destrucción masiva de la Naturaleza, del planeta, por las actividades humanas, es cada vez más evidente. Si se suma la actividad solar cíclica que produce alteraciones energéticas en la atmósfera, el suelo y subsuelo terrestre, generando fenómenos climáticos y volcánicos atípicos y desastrosos, tenemos un problema global serio.
Una manera eficiente de medir los efectos y responsabilidades y hacer comparaciones es *la huella de carbono*. Todos aportamos al desastre, en forma individual y colectiva. Pero sin duda son las grandes corporaciones y los grandes países o potencias industriales los que llevan al mundo y a la Naturaleza al precipicio. Solo 10 grandes compañías fabricaron en 2018, 1500 millones de teléfonos móviles. Y la consigna industrial es la *obsolescencia programada*. Solo 1 empresa de telecomunicaciones instalará 46.000 satélites de baja altura como soporte para las comunicaciones 5G y 6G. Al año 2022 ya tienen instalados unos 1.500 satélites. Solo 1 país, EEUU. posee unas 650 bases militares alrededor del mundo, con acopio de armas de todo calibre, pertrechos de guerra, suministros y personal. Solo unas 4 mega corporaciones globales agro-alimentarias producen el 80% de las semillas transgénicas que se utilizan hoy, con el consiguiente menoscabo de la biodiversidad.
Es posible dimensionar la huella de carbono de estos pocos ejemplos?La cantidad de recursos planetarios y de capital utilizados para estos proyectos? Y sus beneficios en términos de lucro para sus productores y para el resto de las naciones en términos de salud, bienestar general, alegría y paz?
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Gracias Leandro por colaborar enviando tu parecer y ampliando información sobre Medio Ambiente.