Desde sus comienzos, el ser humano ha formado parte de una comunidad. Las comunidades representan la necesidad de conseguir objetivos colectivos ligados a su propia naturaleza, en especial y primer lugar, su supervivencia. Este objetivo está ligado a los recursos naturales, el agua y el alimento, por lo que la defensa y apropiación de un territorio común ha sido indispensable.

La necesidad de colaboración en estos y otros aspectos ha hecho necesaria la organización política de las comunidades, la existencia de un gobierno y la creación de una serie de instituciones comunes. Este es el origen del Estado.

Los Estados han defendido su territorio o luchado por ampliarlo a costa de sus vecinos. El gobierno se ha establecido desde el inicio a través de diversas formas, que han ido cambiando en cada periodo y región y alternan también entre ciclos de prosperidad y decadencia en cualquiera de sus manifestaciones.

La historia de la humanidad tiene sentido en la propia naturaleza racional del ser humano. De no ser así, cualquier evolución sería ajena a su voluntad. La historia se corresponde con el desarrollo político, cultural y económico; por otra parte, el avance de la ciencia y el desarrollo de la técnica y la tecnología ha sido constante, aunque la velocidad ha sido variable a lo largo del tiempo, porque, al mismo tiempo que ha desarrollado sus virtudes, con sus positivas consecuencias, el ser humano no ha dejado atrás sus defectos, al contrario, en muchos casos, también los ha refinado, lo que ha provocado la paralización de logros conseguidos. Esta característica se denomina factor humano.

La generalización del progreso se ha debido al aumento de la interacción entre las personas. Las posibilidades de contacto y comunicación entre las diferentes comunidades han estado determinadas por el avance de la tecnología del transporte de la información, de las personas y por el idioma.

A esto se une el talante y la voluntad de los gobernantes, asunto concluyente en el progreso, las esperanzas y el estilo de vida de los miembros de la comunidad. Por extensión, se puede considerar que ha existido una clase gobernante que incluye a todos los miembros de la comunidad influyentes en la vida política y social.

En un Estado ideal, dotado de gobernantes virtuosos, se entiende la ordenación de las personas como una mejora encaminada a la coordinación de los aspectos y facultades humanos para asegurar las necesidades colectivas y progresar. Sin embargo, como se ha comentado anteriormente acerca de la dualidad del ser humano, capaz del cultivo de la virtud y de los defectos por igual, este ha sido, susceptible a la degeneración de su propia existencia, entendiendo como tal la capacidad de dejarse arrastrar por sus defectos. Las consecuencias para la sociedad de las acciones de las personas degeneradas son proporcionales a su estatus social.

Así, los gobernantes presos de sus vicios, pero conscientes de su propio poder y de la capacidad que les confiere el mismo, han dispuesto del orden para mantener una posición de privilegio a toda costa, concibiendo a los miembros de la comunidad como herramientas útiles para defender o ampliar sus intereses materiales. En suma, la capacidad de corrupción no es una característica única del individuo, sino extensible a cualquier institución humana por efecto de uno o más miembros.

El fomento del miedo al otro por parte de la clase gobernante, del miedo al extranjero, ha sido una manifestación real del riesgo de ser atacados por parte de comunidades vecinas, o la excusa perfecta para la implantación de un orden profundamente jerarquizado y estratificado tendente a mantenerse indefinidamente. Por supuesto, esto último, no se ha logrado sin la aquiescencia, en muchos casos, de otros miembros de la comunidad, dado que cada uno, desde su posición, ha tenido su propia necesidad de mantenerse o ascender y, por ende, someter a aquellos que tiene por debajo.

Las comunidades, en cualquier caso, han incrementado de manera progresiva el contacto entre ellas gracias, fundamentalmente, al comercio. Esta interacción se ha intensificado con los avances en la tecnología de los transportes y de las comunicaciones. El comercio ha permitido establecer —por su propio interés— la necesidad de un idioma común. La escritura y, posteriormente el papel, han permitido la comunicación eficaz y la trasmisión de ideas y conocimientos.

Al mismo tiempo, el pensamiento ha evolucionado en la conciencia del derecho, la ley y la justicia, con especial importancia del derecho natural. El derecho natural se ha ocupado de lo relativo a la identidad, destino y expectativas del género humano. Este ha sentado sus bases sobre la percepción de un orden que emana de la naturaleza, conducente al desarrollo de sus facultades a través de la garantía de ciertos aspectos establecidos por el derecho. Por fuerza, el derecho natural ha resultado, en esencia, justo y universal, puesto que es común a los seres humanos. Los derechos a la vida, a la libertad y a la igualdad respecto a la sociedad y el Estado se han configurado poco a poco como aspiraciones esenciales de todos. Y no solo en el ámbito de la razón, también en el de la religión se han producido idénticas conclusiones.

Con todo esto, la consecuencia ha sido al surgimiento del concepto de ciudadanía universal, no solo como un sentimiento y un pensamiento lógico derivado del incremento de la conciencia humana, sino como una necesidad para la consecución de las aspiraciones y derechos de las personas. Además, el ser humano tiene la capacidad de impactar en su entorno, y el efecto que causa en él implica la conciencia de que el derecho natural se extiende a todos los seres vivos, por lo que tiene en representación de estos, dado que ellos no pueden manifestarse, la responsabilidad de administrar y minimizar los daños y perjuicios sobre la vida y la libertad que les causa.

Por lo tanto, el Estado universal surge de la urgencia de establecer un gobierno que represente a la comunidad humana al completo y a la vida en general, que defienda sus derechos, administre los recursos, garantice la paz, el progreso y limite los efectos adversos del factor humano introduciendo mecanismos automáticos de regeneración continua.

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