El 25 de septiembre de 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) aprobó la Resolución de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, con “compromisos y metas” que pretenden conseguir lo que los Objetivos del Milenio no lograron: “la erradicación del hambre y la pobreza extrema de aquí a 2030”, “un mundo donde los hábitats humanos sean seguros y donde todas las formas de vida puedan prosperar” y otros múltiples buenos propósitos.
A pesar de que países como España han elaborado “planes de acción” para dar cumplimiento a dicha Agenda 2030, la pregunta ineludible sigue siendo si seremos capaces de hacerlo realidad.
Podemos considerar saludable hacernos preguntas diversas, por ejemplo, cuando la AGNU imagina esos hábitats seguros, ¿se está cuestionando de manera efectiva el comercio internacional de armas?, ¿existe una preocupación
objetiva por la extinción de las especies cuando se habla de proteger flora y fauna?, o ¿qué análisis le merece a la Asamblea que los barcos de los Estados Unidos viertan sus deshechos plásticos en pleno océano llegando a islas del
Pacífico e inundando los hábitats de “los más vulnerables” con su basura? Pudiéramos también cuestionarnos si la AGNU a través de la Agenda 2030, que, por cierto, se ratifica en los textos previos de las NNUU, ¿estará contemplando
amonestar a Japón (en apoyo a los apercibimientos del Tribunal Internacional de Justicia) frente a la caza de las pocas ballenas que quedan en el planeta, animales sensibles e inteligentes y parte de nuestro equilibrio global? ¿Son la declaración de buenas intenciones instrumento suficiente para conseguir un mundo más respetuoso y justo en su relación con todo y todos?
Observemos de manera neutral, por ejemplo, qué sucede en África con el sostén de la Agenda 2030 al Programa de la Nueva Alianza para el Desarrollo de África. Podemos indagar, si existen evaluaciones sobre la eficacia de “la ayuda externa” en cuanto a tener en cuenta, a la vez, el respeto real a las familias africanas sumidas en la desigualdad por un sistema bancario depredador. Así, los emigrantes africanos en las tres últimas décadas han enviado anualmente a sus
familias alrededor de 40.000 millones de dólares en remesas (más que el monto de la inversión extranjera directa (IED) y la ayuda oficial al desarrollo (AOD) juntas), y no obstante, esta suma fruto del trabajo africano se ha estado diluyendo
casi en más de un 35% por costes de envío y otras restricciones. Un informe del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA) expresaba que “con una mejor estrategia esta pérdida económica podría evitarse y ello ayudaría notablemente a la gente africana a salir de la pobreza”. Paulatinamente, el coste de remesas ha ido disminuyendo en las transferencias de dinero a América Latina y Asia, pero los envíos al continente africano han seguido siendo muy caros, pudiendo llegar al 25% de la suma transferida, apuntaba el FIDA.
En la Cumbre del G8 de julio de 2009 los líderes mundiales se fijaron la meta de reducir un 50% los costes de los envíos de remesas por medio de la remoción de barreras. ¿Se estaban refiriendo a denunciar y exigir que no existan prácticas bancarias abusivas? (Sobre esta temática, véase el artículo “El lucrativo negocio de las remesas hacia África” escrito por Kevin WATKINS, director del Overseas Development Institute y autor del Informe African Progress Panel de 2011).
Actualmente, las comisiones siguen estando entre el 9% y el 20% dependiendo del país africano de envío. ¿Sería posible que la aparición de las criptomonedas (en el sentido de dinero descentralizado) pudiera suponer una “etapa de
transición” hacia una economía futura de distribución justa de los recursos (no basada ya en el dinero fíat ni de papel ni digital)? ¿Podríamos esperar cambios en el sistema financiero mundial para que beneficie absolutamente a todos?.
(Hablaremos, en próximos artículos, de una nueva economía, y analizaremos a qué se refiere el nuevo concepto de economía circular”)
Siguiendo con esta breve exposición, cuando la Unión Europea elabora informes y evalúa positivamente su política de Cooperación al Desarrollo en el África Subsahariana, ¿tiene en cuenta que los países europeos cierran sus fronteras
ante las exportaciones de los países subsaharianos, subvencionando incluso los excedentes internos, con tal de que no lleguen al mercado europeo productos externos no deseados? Asimismo, podemos observar, con cierta sorpresa, que
el organismo especializado de Naciones Unidas, la FAO, a veces, no envía alimentos en momentos de verdadera necesidad (nos referimos a sequías severas o a conflictos armados) y, sin embargo, sí envía partidas de alimentos
cuando es tiempo de cosechas a pesar que éstas sean pequeñas o insuficientes. Esta intervención de la FAO pudiera conducir al hundimiento de los mercados locales. También, compañías internacionales, como Monsanto, en ocasiones,
incluso a través de “organismos especializados”, envían semillas transgénicas para supuestamente ayudar cuando es sabido que contaminan las semillas autóctonas. Esta práctica perjudica al Medio Ambiente, pues es necesario que
los suelos puedan seguir nutriéndose de las semillas nativas por ser éstas las que aportan la diversidad biológica. Todo esto son meros ejemplos de situaciones que se ocultan habitualmente a los ciudadanos de a pie, y solamente en círculos de agricultores ecológicos u otros de investigación especializada están al tanto de estos hechos. La Cooperación al Desarrollo y sus agendas de desarrollo sostenible han de gestarse conociendo profundamente las distintas realidades.
Así, una vez más, pudiéramos preguntarnos de dónde procede la pobreza, en qué “nivel de conciencia” se mueven los países desarrollados y el papel de las grandes empresas multinacionales en el mundo actual, para finalmente, poder
afirmar que es evidente que el Medio Ambiente no es un algo aparte de la Humanidad, sino que es intrínseco a los Derechos Humanos y a la protección de los “derechos cívico-sociales de las poblaciones y sus individuos”. El respeto a
la biodiversidad de las especies animales y vegetales, la protección a la infancia, y el tratar el tema del derecho a la libre circulación de todos los seres humanos, se conforman como elementos esenciales e inseparables del mismo desafío internacional y humano.
Gracias Alicia.