El grupo ya estaba en el agua a pocos kilómetros de la costa, el mar en calma, todos expectantes. Las instrucciones del guía en la cabeza: situados detrás de él, no acercarse a las ballenas a menos de 5 metros, la longitud de sus aletas, y disfrutar. Para ello, solo necesitamos un poco de fortuna, y está siempre llega. 

Minutos antes, nos encontrábamos en un pequeño barco navegando alrededor de la costa de Lifuka, pequeña isla en las islas Tonga, la Polinesia más genuina. Oteando el horizonte, uno de los guías nos da el aviso, ¡ballena a la vista! Nos encontramos a apenas 1 o 2 km de una ballena yubarta (Megaptera novaeangliae), 15 metros de longitud y 35 toneladas de peso y uno de los animales más inteligentes del planeta. 

Nos vamos acercando poco a poco y nos detenemos a unos 150 metros de ellas; el patrón del barco sigue las instrucciones del gobierno de Tonga, indispensable para obtener la licencia de operador turístico. Vemos que son una hembra y su cría. La alegría nos envuelve. 

Las yubartas migran cada año desde sus zonas de alimentación situadas en los mares antárticos hasta las tranquilas aguas de los mares tropicales de Polinesia. No vienen aquí las mamás ballenas a alimentarse —estas aguas no suministran su principal alimento, el krill—, sino a amamantar y cuidar a sus crías. Y esta circunstancia es la que nosotros vamos a aprovechar. 

Nos acercamos nadando esos escasos 100 o 150 metros desde el barco hasta el punto donde hemos visualizado a la hembra y el ballenato. A partir de ahí y desde la superficie del océano rastreamos el fondo del mar. Somos afortunados, el fondo marino no es profundo, alrededor de 50 metros. Todo el grupo intenta localizar sus dos enormes cuerpos. Si los encontramos solo nos queda una cosa: esperar, y muy poco. Las ballenas necesitan subir a la superficie para respirar. El ballenato, cada dos o tres minutos; la madre, cada cinco. Esto significa que una vez subirá el ballenato solo y la siguiente vez lo harán los dos. Intentamos situarnos justo encima para poder seguirles cuando asciendan a la superficie, para así poder aproximarnos lo máximo posible al punto donde tomarán aire. La sensación que tenemos al estar 30 metros por encima de ellas y observar cómo ascienden hacia nuestra posición, silenciosamente, es algo que no se olvida jamás.

A partir de aquí, todo puede ocurrir. Intentamos nadar a su encuentro con la esperanza de que no se vuelvan a sumergir rápidamente o se desplacen nadando a la inmensidad del océano, pero a veces ocurre que por simple curiosidad los animales se acercan a nosotros, sobre todo la cría, que se aproxima a escasos 2 metros, como me ocurrió a mí el primer día. Su tamaño de 5 metros nos sorprende. Son momentos maravillosos. Posiblemente uno de los más grandes de interacción entre los seres humanos y los animales que podemos observar en la naturaleza. 

Pero esa misma mañana del cuarto día pensé en hacer fotografías desde otro ángulo. Quería mostrar las ballenas y las personas en un mismo plano para que quedara reflejado que realmente estamos nadando con ballenas, sin equipo de buceo ni jaulas, sino en absoluta libertad en medio del mar.

Pedí permiso al guía para separarme un poco del grupo y mientras estaba esperando ocurrió algo mágico. Giré la cabeza en dirección contraria al grupo, supongo que por pura presunción y en ese momento un enorme macho se acercaba a toda velocidad hacia mí. La ballena yubarta se dirigía a mi posición por encontrarme en la trayectoria que le conducía hacia su ansiada hembra. El motivo era muy simple: en las últimas semanas de la crianza del ballenato, los machos llamados «escorts» pretenden aprovechar esta circunstancia para intentar copular con las hembras. La visión del macho era imponente. Visto de frente tenía una altura similar a un ser humano. Mientras alzaba la cámara fotográfica observé sus penetrantes ojos. Entonces me di cuenta en su mirada de que se sorprendió de mi presencia. ¡Ni siquiera me había visto! No me extrañó. Comparado con su tamaño, yo era como una paloma para un ser humano. La 

sorpresa en su mirada, el que notara mi presencia en su universo, me emocionó. ¿Qué ocurrió? Nos tienen tanto respeto, por decirlo de una manera suave, que el animal giró delante de mí. Su propia inercia hizo que cambiara de dirección a apenas unos pocos metros delante de mí, un momento mágico. Mientras mi cámara reflejaba ese bonito instante, el majestuoso macho se hundía en las aguas en busca de su ansiada hembra. 

Esos segundos escasos nos hacen comprender que la experiencia de nadar con estos gigantes es absolutamente segura. Nos intentan evitar a toda costa, y si queremos acercarnos a estos magníficos animales tendremos que respetar una serie de normas, como la de no bucear, colocarnos detrás del guía todos juntos e intentar chapotear lo mínimo posible, pues estos inteligentes animales son muy asustadizos, y por supuesto, mantener la distancia de seguridad de 5 metros. A no ser que ellos sean demasiado curiosos y decidan observarnos, con esa curiosidad tan típica de nosotros, los mamíferos. 

humpback whale (Megaptera novaeangliae). Tonga islands. Polynesia

Disfrutar de las ballenas viene acompañado del regalo de encontrarse en la Polinesia, una de las zonas más bonitas y paradisíacas del planeta. La Polinesia, como su propio nombre indica, hace referencia a muchas islas, pero Tonga es especial y genuina, cálida por sus gentes, amable y desinteresada; alejada del turismo, te hace sentir inmerso en otra manera de sentir la vida donde el tiempo no cuenta los minutos. Disfrutarás del color de los arrecifes de coral, de sus playas solitarias, de sus amaneceres y atardeceres. 

Situadas en el corazón del Pacífico, están entre las islas más espectaculares y mejor conservadas de ese océano. Hay 176 islas, de las que solo el 40 % están habitadas. 

Ir a nadar con ballenas nos abre la puerta a otras aventuras, como estar unas horas o incluso días en una isla deshabitada. Su preparación dependerá del tiempo que deseemos estar. 

La experiencia de nadar con ballenas es inolvidable, algo único en la vida de una persona. La tranquilidad, la armonía y la belleza del momento nos hará amar aún más a estas espléndidas criaturas y ayudar mediante un turismo responsable a que estos maravillosos animales sigan estando en nuestras aguas.

Más información sobre el viaje en la página web de ORIGINAL NATURE

www.originalnature.travel

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