El prestigioso profesor de economía de la Universidad de Berkley, Carlo Cipolla publicó en 1988 un aporte fundamental al conocimiento de nuestra especie, en su ensayo titulado “Allegro ma non troppo” donde da cuenta de su teoría de la estupidez humana.

Los gusanos o los elefantes -dice Cipolla- tienen su carga de molestias y fastidios en la vida, pero los humanos contamos  con un grupo especial de individuos -los estúpidos- que agregan una dosis suplementaria de molestias y fastidios. Cipolla aclara que su obra no es resultado del cinismo sino de un esfuerzo constructivo para detectar, conocer y cuando es posible neutralizar una de las más poderosas fuerzas oscuras que obstaculizan el bienestar y la felicidad de la humanidad. 

Este grupo es más poderoso que la mafia o el complejo militar-industrial, no tiene ni jefe ni presidente, ni siquiera está organizado, pero funciona perfectamente. Cada miembro, por su propio accionar, amplifica y hace más eficiente la acción de los demás.   La Primera Ley Fundamental de su teoría dice así:  “El número de estúpidos existentes en el mundo se sub-estima inevitablemente siempre.” O, para formularlo más matemáticamente: “cualquier cálculo de la cantidad de estúpidos que se haga da un resultado inferior a la realidad”. 

Como no voy a entrar en las elaboraciones técnicas que sustentan tal afirmación, paso a la Segunda Ley Fundamental: “Las probabilidades de que un individuo sea estúpido es independiente de todas las otras características del mismo”. La estupidez, explica Cipolla, está igualitariamente repartida entre razas, oficios, género, clases sociales, o niveles educativos. Existe la misma proporción constante de universitarios o de analfabetos que lo son, se encuentran en las mejores universidades o en las peores escuelas. Es más, después de estudios que asevera haber llevado a cabo, concluye que el porcentaje es constante inclusive entre el conjunto de quienes recibieron el Premio Nobel. 

Somos seres sociales e inevitablemente cada uno de nosotros gana o pierde con lo que hacen o dejan de hacer los demás. Además, lo que alguien nos hace, pensando que es bueno para nosotros, quizá nosotros lo sentimos de otra manera, y viceversa. Se pueden pues evaluar las relaciones de los seres humanos como operaciones costo/beneficio, no necesariamente percibidas de la misma manera por uno o por otro. 

La Tercera Ley Fundamental de la Teoría de la estupidez humana, que Cipolla llama la  Regla de Oro se basa en que la Humanidad es divisible en cuatro grandes categorías: los bandidos, los cretinos, los inteligentes y los estúpidos. Cuando alguien, por su acción nos provoca una pérdida que a él le ocasiona una ganancia, por ejemplo nos roba, estamos frente a un bandido. En cambio el que nos provoca un beneficio, a su propio costo, es un cretino. El ser inteligente es capaz de crear beneficios para todos. Lamentablemente, la situación más frecuente es encontrarse con gente que nos hace perder tiempo, dinero, energía, salud, buen humor sin ganar nada a cambio. La única explicación posible para esa conducta según el profesor Cipolla, es que son estúpidos. Por eso, la Tercera Ley dice: ”Es estúpido aquel que provoca una pérdida a otro individuo o grupo de individuos sin sacar para él ningún beneficio o eventualmente incluso sufriendo pérdidas”

La mayor parte de la gente no somos coherentes, a veces actuamos inteligentemente y otras como cretinos, o bandidos. Sin embargo, en el grupo de los estúpidos la tendencia a la coherencia es mayor, casi siempre actúan como tales. El autor distribuye en un esquema la frecuencia en que los individuos actuamos como bandidos, cretinos, inteligentes o estúpidos para demostrar sus afirmaciones. Así, alguien que siempre obtiene un beneficio a costa de otro es un bandido perfecto pero si causa daños innecesarios, o sea que la pérdida de la víctima es mayor que el beneficio obtenido, entonces es un bandido cretino. Analiza el posicionamiento de todas las conductas posibles en su gráfica, para las cuatro categorías de seres humanos. Constatamos que los estúpidos son quienes más veces logran ser coherentes con su estado, causando daños, pérdidas y molestias a los demás sin sacar ningún beneficio propio. Podemos comprender la lógica de un bandido, que solo busca su interés y eventualmente encontrar la forma de defendernos, pero estamos indefensos frente a un estúpido, su conducta irracional nos toma siempre desprevenidos. 

Vista la importancia de este grupo en la vida de todos los demás, Cipolla analiza los dos factores fundamentales del potencial que tiene: el factor genético que hace que algunos, por herencia, pertenezcan a la élite de los estúpidos y su posición en la sociedad: cuando más poder tienen, su potencial de dañar es más alto. En la era preindustrial la clase, la casta y la religión aseguraban que tal tipo de individuos ocuparan posiciones de poder.

Hoy, partidos políticos y burocracias sustituyen a las clases y las castas y, según el profesor, la democracia sustituye a la religión. Nos recuerda que las elecciones generales son la ocasión perfecta para que los estúpidos actuando colectivamente, y no necesariamente en forma  concertada, puedan elegir a alguien para que nos fastidie a todos, sin ganar ellos nada a cambio. Esto nos lleva a la Cuarta Ley: ”Los no-estúpidos subestiman el poder destructor de los estúpidos, olvidan que desde siempre, irremediablemente, tratar con o asociarse a un estúpido es un error costoso” 

En la historia de la Humanidad, no haber tomado en cuenta esta ley se ha traducido por pérdidas inimaginables, lo que lleva directamente a la Quinta Ley: “El individuo estúpido es el más peligroso de los individuos”. El estudio del profesor Cipolla culmina con una serie de gráficas, macro y microanálisis que sustentan sus afirmaciones. No los voy a resumir. Confío en la imaginación y la inteligencia de nuestros oyentes para que saquen sus propias conclusiones.

(The basic laws of Human Stupidity, 1988 Societa Editrice Il Mulino, Bologna y Presses Universitaires de France 2012, por la edición en francés. Citas traducidas del francés por LH)

 Paris, enero 2021. Leo Harari

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