Vimos qué es la Conciencia de Sí:
Mientras realizo mis actividades, me doy cuenta de los pensamientos y emociones que me producen dichas actividades, es decir, observo al mundo y a mí mismo simultáneamente. Hay atención de presencia y copresencia que me permite ser consciente del mundo y de mí mismo:  “Veo y me veo”.
La Conciencia mágica, en cambio, es:
Un estado de la vigilia ordinaria (falsa vigilia) donde se pretende operar sobre el mundo de las cosas con artificios estrictamente mentales. La Conciencia está atrapada por proyecciones rituales como intento de solución a los problemas. A veces, el pensamiento mágico puede conducir a creer que los pensamientos, solos y por sí mismos, pueden ocasionar efectos en la realidad, o que pensar en algo equivale a hacerlo.
Desde el pensamiento quiero arreglar mis cosas y el mundo, pero ficticiamente, sin correspondencia entre mis pensamientos y las acciones necesarias para conseguir resultados.
Estoy fugado de la realidad cuando, en vez de enfrentar mi situación de conflicto racionalmente, me evado mediante entretenimientos, alcohol, TV, juegos, etc. o mediante otros artificios como rezos, ritos, ofrecimiento de sacrificios, hechizos, invocaciones,… con la creencia errónea de que esos pensamientos, palabras o actos causarán o evitarán situaciones o hechos concretos.
La Conciencia en fuga se evade de la realidad porque no la afronta y prefiere resolver los problemas emocional o mágicamente.
Cuando se cree en algo o alguien que pudiera resolver mi problemática, estamos en presencia del fetiche. Puede ser un líder político (recordemos el fenómeno Trump), un avance científico, una creencia religiosa, un maestro espiritual, etc.   
En las religiones externas (las comúnmente conocidas) se relacionan rituales religiosos, oraciones y sacrificios con expectativas de beneficio y recompensa.
De igual modo, en la superstición hay una correlación entre acciones que supuestamente producirán resultados.
La fuga es lo opuesto a asumir nuestras responsabilidades individuales o colectivas.
Una creencia mágica es un modelo creado por la mente para satisfacer un deseo, generalmente sobre un hecho (real o imaginario) del cual se desconoce o no se acepta una explicación racional. Los individuos que comparten esa creencia darán por buena dicha proposición y actuarán como si fuese verdadera, recopilando dogmas y/o estableciendo normas morales que suelen ser necesarias para poder sustentar los dogmas.
Supersticiones, prejuicios, amuletos, talismanes, conjuros, etc. son artilugios de la Conciencia en fuga y de la Conciencia emocionada, siendo los fetiches intermediarios que operan como catalizadores de los deseos y ensueños que pretenden ser alcanzados. Estos procedimientos siempre están desconectados de la realidad.
La Conciencia emocionada es presa de pensamientos opuestos al pensamiento lógico y causal. Es más frecuente entre niños y adolescentes por encontrarse en fases tempranas de desarrollo, y en personas pertenecientes a sociedades antiguas contemporáneas que se guían por costumbres arcaicas que ralentizan el desarrollo socio-cultural.
Este esquema pervive hoy en sociedades en las que el pensamiento científico se ha impuesto al mágico pero sin llegar a reemplazarlo completamente.
Hoy muchos individuos, a quienes el pensamiento lógico no ha logrado dar respuesta a sus miedos, que encuentran refugio en la Conciencia emocionada para eludir la ansiedad (incrementada a su vez por las desigualdades y la falta de respuestas sociales justas e integradoras).
El pensamiento mágico, paralelo al pensamiento religioso, era, y aún es, propio de los procedimientos de las sociedades con una religión organizada y con ritos que propicien el favor de la Divinidad o divinidades. No solamente los ritos religiosos estaban unidos con enorme frecuencia a los actos mágicos, sino que también cada grupo de creencias religiosas contaba con su magia particular. La magia y la religión en Grecia y Roma formaban parte de un único sistema, y aún en estos días, en algunos países, magia, corrupción, religión y política se siguen dando la mano.
Entre el sujeto que desea una cosa y el objeto de su deseo, suele intermediar un tercer elemento que, en unos casos es esencialmente el mago o hechicero, y en otros un sacerdote. Uno conjura, el otro normalmente ora y sacrifica.
La religión se define como creencias sobre lo relacionado con lo sobrenatural, sagrado o divino, y a los códigos morales, prácticas, rituales, valores e instituciones relacionadas con dichas creencias. Más bien deberían llamarse “religión organizada” u “organización religiosa” bajo la forma de entidades legales.
Paralelamente, las pseudociencias (astrología, quiromancia, adivinación, cartomancia, geomancia, “leyes de atracción”, “chamanismo empresarial”, etc. son procedimientos que, a diferencia de la Ciencia, no distinguen la correlación de la causalidad. Son predisposiciones y distorsiones cognitivas presentes en el modo en el que hoy muchos humanos perciben la realidad.
Las pseudociencias se caracterizan por la falta de falsabilidad (la imposibilidad de diseñar un experimento que pruebe la falsedad de la afirmación) y un marcado sesgo cognitivo: la tendencia subjetiva del observador o del testigo a creer con facilidad ciertas afirmaciones acordes con su visión del mundo.
El pensamiento mágico y las personas que hacen uso de él, no dudan de su veracidad; por tanto, sin una base crítica de la realidad, dicho pensamiento puede generar una pseudociencia mágica basada en hipótesis puramente especulativas.
“Creer es crear” es un ejemplo de Conciencia mágica si no median las acciones correspondientes (pienso y siento en una dirección, pero no actúo).
Una idea no debe ser aceptada como válida si no está fundamentada en hipótesis rigurosas y contrastables. El método científico está sustentado por dos pilares fundamentales: la reproducibilidad, es decir, la certeza de poder repetir un determinado experimento en cualquier lugar y por cualquier persona (este pilar implica la comunicación y difusión de los resultados obtenidos). El segundo pilar es la falsabilidad o refutabilidad, es decir, la capacidad de una teoría o hipótesis de ser sometida a potenciales pruebas que la contradigan. En matemáticas la falsabilidad se conoce como contraejemplo (ejemplo que contradice una afirmación o una regla).
En el pensamiento mágico se toman como postulados válidos ciertas creencias del pasado, e incluso del presente o actualizadas al presente, construyéndose sobre ellas un mundo aparentemente racional. De este modo, a una persona que no haya tamizado previamente dichas ideas o pensamientos hasta encontrar sus bases fundamentales, le puede parecer a simple vista que dichos pensamientos tienen fundamentos y coherencia científica y hasta cierto punto consistencia.
Ejemplos de ello pueden ser las prácticas adivinatorias, como la astrología, cartomancia, numerología y otra serie de pseudociencias que aceptan postulados mágicos, arraigados histórica y culturalmente que, para los creyentes, les induce a conclusiones y razonamientos mucho más satisfactorios y, aparentemente con más sentido y significado que la propia Ciencia. El pensamiento mágico opera en el campo del deseo y de una voluntad que ha roto con los vínculos racionales.
Conviene apuntar que las creencias mágicas fueron prohibidas para los monjes por el propio Buda.
El pensamiento mágico es un síntoma de infantilismo, de aceptación de propuestas no contrastadas.
Causa y efecto no tienen equivalencia racional en el pensamiento mágico.
En tiempos antiguos, la ciencia más avanzada estaba mezclada con el pensamiento mágico y éste sigue perdurando especialmente cuando la Conciencia transita solamente por los Niveles de Vigilia e inferiores, Semisueño y Sueño.
Como hemos visto, una característica del pensamiento mágico es la figura del sacerdote, el mago, hechicero o curandero intermediando entre el objeto de deseo y su consecución, lo que a su vez implica obediencia, dependencia y sumisión.
El Buda rechazó los ritos y ceremonias porque no son condición para la purificación de la mente.
Según la práctica budista, el Óctuple Noble Sendero queda contaminado por el pensamiento mágico al ser una distorsión del correcto entendimiento.
 
Ocurre a menudo que se toman ciertas experiencias fenoménicas infraconscientes como espirituales cuando en realidad corresponden a un nivel infravigílico.
Suele existir avidez por experimentar fenómenos extraños o paranormales como si fueran indicadores de elevación espiritual. Tales deseos de vivir cosas extraordinarias son muestra inequívoca de que la Conciencia se encuentra inmersa o en dependencia de estados crepusculares propios de los Niveles de Conciencia de Sueño y Semisueño muy distintos al de Conciencia de Sí y del Estado Despierto.
Así, las prácticas de chamanes, brujos, curanderos, etc. evidencian estados infraconscientes o mediúmnicos que distan por completo del Despertar de la Conciencia.
Como hemos visto en el cap. IX, la Conciencia puede trabajar con distintos grados de intensidad o claridad. Los Niveles de Conciencia van desde el Sueño profundo, Semisueño y Vigilia, como niveles habituales, hasta la Conciencia de Sí y Conciencia Objetiva.
En los tres niveles inferiores, la Conciencia está velada, sugestionada, y a menudo hipnotizada por el mundo y por los objetos internos: ensueños, fantaseos, diálogo interno…
Fugado de la realidad, el sujeto está dormido, incluso en Vigilia, y ni siquiera se percata de ello, por tanto es incapaz de responsabilizarse del Despertar de su Conciencia.
Los ensueños y la identificación con las creencias mantienen al individuo dormido. En estas circunstancias, cuando el núcleo de ensueño da dirección a la vida, es muy difícil que el sujeto caiga en cuenta de lo ilusorio de su situación y de que la vida puede tener un sentido distinto al de perseguir logros o éxitos cual zanahorias a conseguir en el camino. Mientras el núcleo de ensueño siga vigente nada cambiará en lo Esencial. Para ello, hasta que (por desgaste del núcleo de ensueño, o por algún suceso importante) el sujeto no se frustre comprendiendo la futilidad de sus empeños, no tendrá la posibilidad de imprimir una dirección de búsqueda consciente hacia el Despertar.
Al ver o tocar, por ejemplo una mesa, sabemos que hay una traducción de impulsos o bits de información (como vimos en los primeros capítulos) que llegan a “Conciencia” y son reconocidos, con el auxilio de “Memoria”, en el “Espacio de representación”. Seguramente un Ser distinto al humano, si tiene otro psiquismo percibirá el mundo de modo diferente. También ocurre en alteraciones mentales o con la ingesta de algunas sustancias.
Por otra parte, un físico nos dirá que no existe la mesa en sí, sino que es un conglomerado de átomos ordenados de un modo particular. “La realidad” para cada individuo depende de factores biológicos y físicos, pero también, y a su vez, de “la limpieza” o claridad que exista en nuestro Espacio de representación, en la Conciencia. Una Conciencia poblada de ensueños tiene una percepción disminuida y una comprensión del mundo y de sí mismo como sujeto, disfuncional y distorsionada.
La evolución nos ha traído hasta aquí. Ese camino ha sido largo y mecánico. Depende ahora de nosotros que el estado de sonambulismo generalizado pueda ser superado y que la Conciencia del Ser humano, hoy disfuncional y arraigada aún en creencias del pasado, sometida por sus ensueños y encadenada por el egoísmo reinante, pueda despertar de su sueño. No es posible alcanzar el Estado de Despierto mecánicamente. Pensar no es observar. Es mediante la atención, que podemos ver y vernos, desidentificarnos y mirar con claridad ecuánime a los demás, al mundo y a nosotros mismos. Es mediante la armonización de los Centros (pensar, sentir y actuar en una misma dirección) como se logra la unidad interna. Es mediante la ejercitación de la Conciencia de Sí como se supera el ensueño y el sufrimiento, se trasciende el pensamiento y se mantiene la Conciencia Despierta.
Por todo ello, siempre y en todo momento permanezcamos en Presencia.
Próximo y último capítulo:  Síntesis final: Cómo vivir despierto.
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